22
Cuando llegan el Siciliano está abrazado a Madda. Celebrando su triunfo. Vuelve a ser el number one. Step mira hacia atrás y sonríe a Babi.
-¿Qué?
-¿Cómo que qué? Hemos llegado tarde por tu culpa y yo necesito correr.
-Pues corre.
-Hay un pequeño problema.
-¿Cuál?
-¿Te acuerdas de tu experiencia como camomilla?
Babi alza las cejas.
-No -y con esto no responde a la pregunta, sino a la insinuación.
-Sí -afirma Step sonriente.
-Step, no.
-No es mi culpa que no te hayas escapado antes de la teniente Raffaela.
Babi se baja de la Honda y empieza a caminar en dirección contraria. Step arrastra la moto, que está apagada, hasta llegar a su altura.
-Venga, sólo por esta vez. Yo haría cualquier cosa si me lo pidieras…
-¡Step estás poniendo mi vida en juego! ¿Y si te pidiera que te suicidaras?
-Lo haría -responde seguro. Lanza la pregunta más seguro aún-. ¿Me pedirías que me suicidara?
¡Maldito Step! ¡Siempre acaba teniendo la última palabra! ¿Cómo es posible que siempre la deje sin respuestas? Haber, claro que no se lo pediría, pero ya ha hecho que se sienta mal. Ahora no le queda otra que montarse en la estúpida moto y pasar miedo. Suspira y cruza los dedos para que la carrerita acabe cuanto antes.
-Esta bien, pero no traigo un cinturón de esos…
Step se baja la cremallera de la chaqueta y se alza la camiseta. Enroscado en su cintura se encuentra un cinturón de camomilla. Babi lo mira sorprendida.
-¿Lo tenías todo planeado?
-Lo tenía todo previsto, que no es lo mismo.
Se desabrocha el cinturón y se lo entrega a Babi. La chica sube en la moto y Step pone rumbo a la línea de meta.
El Siciliano borra su sonrisa al ver llegar a Step. No puede ser verdad. ¿También intenta ser mejor que él en las carreras de camomillas? ¿Tanta manía le tiene? Le lanza la peor de sus miradas, pero Step lo ignora. Está más atento a Babi. Ni siquiera lo ha visto. El Siciliano gira el cuello hacia atrás. Al igual que Babi, Madda aún no se ha colocado correctamente para la carrera. Le sonríe y Madda le besa la nuca. Step aparta su atención de Babi y se da cuenta de que conoce a los dos participantes de su derecha.
-¡Buenas! -utiliza el compañero de Babi en modo de saludo.
-Hola -responde Madda, el Siciliano la manda callar con un gesto. Madda lanza una mirada rápida a Step y se encoge de hombros. No entiende nada. ¿Qué mosca le ha picado a su novio?
¿Perder? Nunca. No, en las carreras de camomillas soy yo el rey. No va a venir este imbécil a quitarme el puesto. El Siciliano parece haber perdido la cabeza, el culpable, la rivalidad. La rivalidad es sana. ¿Quién dijo esa frase? Seguro que un fracasado… No. Esta vez no piensa perder. Le vuelve a sonríe a Madda confiado. Seguro de sí mismo.
Schello pide a las chicas que se vayan atando a las espaldas de los motoristas. Todas obedecen. Algunas lanzan un grito para darse ánimos y se ven respondidas con aplausos, otras mueven el cinturón en el aire como si fuese algo digno de admirar. Dos o tres, más simples y con menos ganas de llamar la atención, simplemente se posicionan.
Y empieza la carrera…
…El Siciliano parece llevarles una buena ventaja a todos. Le pregunta a Madda que si se acerca alguien. Responde en negativo. Pero, contra todo pronóstico, de entre las sombras sale una moto. Una moto que no lleva el faro encendido. Madda alerta al Siciliano y este mira hacia atrás para identificar al sujeto. ¿Quién es? Antes de que se de cuenta le adelanta. El Siciliano alumbra con su faro delantero la matrícula del loco que lo acaba de sobrepasar. Step. ¡Será…! Hay que acelerar…
Los gritos de Babi no le desconcentran. Se sabe el circuito de memoria, podría hacerlo con los ojos cerrados. ¡Qué subidón tendría que dar hacerlo con los ojos cerrados! Y si… los abre a los dos segundos. ¡Step, no hagas el cabra!
Decide seguir la misma técnica que Step. Apaga las luces y se funde con la noche. Ya falta poco para alcanzarlo. Hará lo que sea, no piensa dejar que gane… Se le escapa una carcajada cuando ve, difusa en la noche, a Babi con la boca abierta y gritando. No se le puede escapar la carrera.
Step siente como el aire se rompe a más velocidad por su izquierda. Espera. ¿Lo acaban de adelantar? Enciende el faro delantero y alumbra a la chica que va detrás del nuevo líder. Es Madda. Acaba de adelantarle el Siciliano. Necesita el dinero. Da más gas. En poco tiempo se pone a su altura. Parecen ir a la misma velocidad, ninguno saca gran ventaja al otro. Tanto el Siciliano como Step intentan ir más rápido. Imposible. Las motos no dan más de sí. Se miran y se ven incluso sin luces. Están muy cerca. Demasiado. Lo suficiente como para que ocurra una tragedia…
¡Corre, corre! ¿Por qué no corres más? ¡Maldita moto! Con todo el dinero que me he gastado en mejorarla… Pero no. Esto no está perdido. La moto de Step tampoco da para más. ¿Empate? Tiene que hacer algo. Lo que sea… Estira su pierna izquierda en un intento de empujar la moto de Step. No llega. Necesita acercarse más.
¿Qué hace? ¿Está loco? Step no entiende, o mejor dicho, no quiere entender. ¿De verdad que ha intentado desequilibrarlo? No puede ser. El Siciliano no… El Siciliano alarga de nuevo la pierna en vano. Pues parece que sí. ¡Menudo hijo de puta! Step piensa en responderle también con patadas. Justo cuando va a lanzar la primera, piensa en Madda. ¡Maldita conciencia! ¿No se supone que te separaste de mí hace tiempo? Step acaba por optar en ir a la defensiva. Intentará apartarse lo más posible.
El Siciliano se acerca cada vez más. De vez en cuando lanza una patada que nunca llega. Step se separa. Cada vez más a la izquierda. Pero el Siciliano se sigue pegando.
Step llega a un punto en el que se encuentra, literalmente, entre la pared y el ataque de su, ahora, enemigo. Si sigue girando a la izquierda se estampará con un muro de ladrillos y si no, el Siciliano acabará por acertar con su dichosa pierna…
El Siciliano vuelve a lanzar su repetitivo ataque, esta vez convencido de que logrará desequilibrar a Step. Ahora todo pasa muy despacio. Como en una cámara lenta. Como si el tiempo le diese a Step la oportunidad de pensar en una estrategia para evitar la muerte… Piensa. Piensa. ¡Joder Step, piensa! Ahí detrás llevas a Babi. Tu vida no vale una mierda, pero la suya… Y cada vez ve más cerca la pierna de su ex-amigo… Step respira hondo. Cierra los ojos. Se da cuenta de que Babi lleva un tiempo sin gritar. Eso quiere decir que se fía de él, o quizás, se ha quedado ronca de tantos gritos. Step se decanta por la primera opción. Sonríe. Sigue sin abrir los ojos. Está esperando a que la pierna del Siciliano dé, de una vez por todas, en su moto y todo acabe. Adiós mundo… La pierna del Siciliano está a punto de llegar. Madda, que se acaba de dar cuenta, grita como una posesa. Ya faltan apenas unos centímetros para que el pie toque la Honda de Step… Y como si fuese una reacción, un instinto de supervivencia o simplemente un don divino, hace lo impensable. Step coloca su mano izquierda en el lugar que debería ocupar la derecha y empieza a frenar lentamente. Mientras tanto, con la derecha, golpea con dureza la rodilla del Siciliano. Éste tiene la pierna ya completamente estirada y el puño de Step le da de lleno en la rótula. Crack. Rota. El pie del que parecía tener la situación controlada se descuelga y empieza a bailar al son del aire. El Siciliano grita de dolor y frena rápidamente. La moto tarda unos metros en pararse completamente. La de Step se para unos metros más adelante. Madda se quita el cinturón como puede, baja de la moto y empieza a atender a su novio. El Siciliano llora de dolor. Babi observa la escena sin entender nada y Step los mira sin saber que hacer. ¿Qué sería lo correcto? Si no le rompe la pierna, le mata, a él y a Babi… El Siciliano alza la mirada y centra sus ojos en Step.
-¡Llama a una puta ambulancia!
Silencio. Madda y el Siciliano observan a Step, Babi se gira para poder verle la cara también. Unas luces se acercan y los motores de las otras motos rugen. Deben estar cerca. Step mira a Babi. De alguna manera intenta pedirle consejo, pero las palabras no le salen. Babi sigue sin entender la situación. Las luces de una moto empiezan a deslumbrar a Step, que es el único que mira hacia atrás. Vuelve a mirar al Siciliano y sonríe. En ese momento vuelven las palabras.
-¡Qué te jodan!
Y empieza a dar gas de nuevo. Dejando atrás al que posiblemente haya sido su mejor amigo después de la muerte de Pollo. Le ha roto la pierna a pocos días del juicio. Una cosa es segura, esta vez la violencia estaba justificada.
Pese a todo lo ocurrido, Babi y Step llegan los primeros a la meta.
Step recoge el dinero. Setenta euros. Por fin. Ahora incluso le sobra. Se siente orgulloso de no haber elegido el camino fácil. Es decir, se siente orgulloso de no haber robado la alianza.
Abraza a Babi. La chica aún está desconcertada. Sabe que han ganado. Eso es bueno. Hasta ahí todo claro. Lo que no entiende es lo de pararse casi a mitad de carrera, lo del Siciliano pidiendo una ambulancia, lo de Step pasando de él. Quizás hubiese sido mejor abrir los ojos, así se habría enterado de todo…
-¿Y Madda? -pregunta una chica a Step.
-Con su novio.
-¿Dónde?
Justo en ese momento aparece Madda sosteniendo por un sobaco al Siciliano y éste gimiendo de dolor mientras avanza a la pata coja. Se encara con Step. Intenta golpearlo, pero Step lo esquiva con un ligero movimiento de cuello.
-¡Serás gilipollas! -le grita entre lágrimas de dolor, rabia, impotencia y celos.
-Vamos, no te enfades -Madda intenta tranquilizarlo, pero acto seguido es ella la que grita-. ¡Qué alguien llame a un médico!
Madda intenta apartar a su novio de Step, pero el Siciliano, aunque a la pata coja, todavía tiene más fuerza que ella y consigue volver a gritarle.
-Ahora vas y recoges mi moto como hiciste con la de Pollo. ¿Piensas matarnos a todos?
Y hace clic en el botón exacto. Le toca la fibra. Recuerda el día de la muerte de Pollo. Se lanza sobre el Siciliano y lo tira al suelo, Madda también cae. Step le lanza una patada al Siciliano en el costado.
-Sí, venga. ¡Pégame más! Mátame a mí también.
Se lanza sobre él y empieza a golpearlo. Sin detenerse. Sin pensar en que era su amigo hasta hace bien poco. Sin piedad. Sin pensar en nadie más. No. Mancharle la cara de sangre no va a devolver a Pollo a la vida. Pero al menos calmará el dolor. El dolor de las palabras que, a veces, duelen más que cualquier otra cosa.
-¡Para! -grita Babi- ¡Para!
Se acerca a Step por la espalda e intenta detenerlo. Le agarra el brazo justo cuando Step se dispone a soltar otro puñetazo, pero Step tiene más fuerza y tira del cuerpo de Babi hacia delante. Hacia donde está su objetivo. Intenta la misma táctica una y otra vez con el mismo resultado. Babi empieza a llorar y lo abraza por la espalda a la desesperada.
-¡Qué pares!
Y una lágrima de la chica humedece el cuello de Step. Se cuela por debajo de la camiseta y le recorre el pecho. Como si se tratase una colonia a la que damos libertad para que recorra nuestro cuerpo. Step deja caer sus brazos. Mira al Siciliano, éste le dice algo, pero Step no le atiende. No se entera. Lo único que siente en estos momentos es el abrazo de Babi. Piensa en ella. Y pensar que el gilipollas que tiene delante casi la mata… Se dispone a lanzarle otro puñetazo, pero frena antes de llegar a la cara. Abre el puño. Mira su mano. No. Toda la culpa no es del Siciliano. La mayor parte de culpa la tiene él. Si él no hubiese convencido a Babi de que le acompañase a la carrera, nada hubiese ocurrido. Se levanta. Babi lo libera de su abrazo. Step sube en su moto.
-Vamos.
Babi monta de paquete.
23
Mientras que con el brazo derecho se agarra con fuerza a su cintura, con el izquierdo le da palmaditas violentas en la espalda. ¿Es qué no la escucha? Le está pidiendo que pare. Llevan más de media hora recorriendo a toda velocidad las carreteras de Roma y ese, precisamente, no es el mayor hobby de Babi. Se acerca lo más posible a su oído. No le susurra, le grita.
-¡Qué pares! ¿No me escuchas? ¡Para!
Y más golpes en la espalda. Sigue sin hacer caso. En estos momentos parecer no detectar ni su mano contra su espalda, ni su voz. Vuelve a la carga. Ya casi ronca, le lanza más gritos, más ruegos, más amenazas. No disminuye. Babi intenta concentrarse en el paisaje para desconectar del miedo. El paisaje pasa rápido o, mejor dicho, son ellos los que pasan rápido. No puede distinguir cuando acaba un árbol y empieza otro. Parece un gran cartel verde interminable. Ve como las fugaces luces de otros vehículos se quedan atrás. Le es imposible leer alguna señal de tráfico. Decide volver a insistir. Al ritmo de los gritos de Babi y del silbido del viento siguen avanzando.
Babi se aparta del oído de Step para ocultar sus ojos tras su espalda. La luz de ese coche le deslumbra. Ese que lleva las luces largas y va delante de la Honda. Sí. Justamente ese. El que no deja de tocar el claxon. El que ¿viene hacia aquí?
-¡Step!
Es lo único que se le ocurre. Su nombre. No puede articular otra palabra. Su respiración se acelera, comienzan a brotar las primeras lágrimas. ¿Así va a morir? ¿En una accidente de tráfico? No. No puede acabar así. Se abalanza sobre la parte derecha del manillar y posiciona su mano, a duras penas, sobre la de Step. Intenta darle al freno. Lucha con los dedos de Step. El chico hace fuerza con sus dedos hacia fuera, se intenta quitar de encima la mano de Babi, pero ésta no se rinde. ¿Acaso esta loco? ¿No va a intentar hacer nada? El coche cada vez está más cerca. El tipo deja pulsada la bocina. Como si así tuviese menos culpa. Como si así pudiese justificarse. Como si fuese una excusa que “al menos avisó”. Babi ve sus esfuerzos como inútiles, aparta el brazo derecho del manillar y se abraza con fuerza a la cintura de Step. A lo mejor así el golpe no es tan duro… Y justo en ese momento Step deja caer su cuerpo hacia la derecha y gira el manillar a la vez que frena. El tipo del claxon les pasa a pocos centímetros y la rueda trasera de la Honda patina dejando una marca curva en el asfalto que desvela su recorrido. Step apaga el motor, respira hondo y cierra los ojos. Babi suerbe por la nariz a la vez que seca sus lágrimas. Silencio. Silencio de alivio. Silencio después de haber visto a la muerte y, en el caso de Step, no es la primera vez hoy. Silencio que sabe a vida. Silencio que sabe a otra oportunidad.
-¿Sabes? Te dejé por estas cosas.
-¿Y lo vas a hacer ahora?
-Digamos que esta vez está justificado. Pero debes intentar olvidar lo de Pollo o te seguirá comiendo por dentro.
-Es imposible de olvidar. Cada vez que voy al garaje veo su moto. Cada vez que abro el armario veo su chaqueta. Cada vez que voy a las carreras veo su tumba. No puedo olvidarlo.
-La verdad es que no se trata de olvidar. Se trata de recordar y que no duela.
-¿Y eso es posible?
-Mañana cuando me acuerde de esto te lo diré -intenta arrancarle una sonrisa. Pero Step está algo despistado. Mira las estrellas sin casi prestarles atención-. ¿Qué ocurre?
-Hoy he sido un poco gilipollas… ¿Existe un perdón entre tanto infinito?
-¿Tu perdonarías?
Step se vuelve para mirarla.
-Depende.
-¿De qué?
-A ti te perdono, pero por ti no.
-Y eso quiere decir…
-Pues que a ti te perdono siempre. Pero no al que intenta hacerte daño. A ti te perdono, pero por ti no…
-¿Te lo acabas de inventar? -Step asiente-. Se nota que no te has comido la cabeza pensando la frase -Babi suelta una ligera carcajada.
-No se trata de que quede bonita, se trata de que signifique algo. Algo importante -Babi vuelve a reír-. Está bien ¿sabes qué? Esta noche antes de dormir te acordarás de la frasecita y pensarás en mí.
-Si claro, ya ni me acuerdo de cómo era.
-¿Te apuestas algo? -Step posiciona la mano para sellar el trato. Alza una ceja-. Si estás tan segura…
-Para tu información, estoy tan segura de que voy a ganar que estoy pensando en una apuesta.
-¿Un viaje? Quien pierda le regala al otro un billete de avión.
-Me parece bien -y estrecha su mano-. ¿A dónde piensas llevarme? -pregunta convencida de que no recordará la frase.
Tan rápido como la deja en la puerta de su casa, rodea la vivienda. Sube como puede por la pared cual hombre araña y entra en la habitación de Babi por la ventana. Busca con la mirada algo. Algo que le haga ganar la apuesta. Bingo. Encima del escritorio hay una libreta. La abre y arranca una hoja. Un bolígrafo, un lápiz, un rotulador… ¡Necesita algo! Vuelve a curiosear en la mesa de estudio. No hay nada. Para que luego digan que las habitaciones están mejor ordenadas. Cuando están ordenadas no encuentras nada… Escucha un grito. ¿Babi? Se acerca a la puerta del dormitorio y la abre despacio. Consigue ser público de la escena divisándola desde la pequeña rajita que ha hecho la puerta al abrirse. Babi tiene la mano en la cara, su madre está frente a ella.
-Babi no me gusta y no voy a permitir que estés con él. Hoy te has escapado, pero si te tengo que atar te ato. Además, ¡es violento! No quiero que estés en ese ambiente.
-Mamá quiero a Step.
-¡Deja de decir tonterías! ¡Hasta hace unos días querías a Alfredo!
-Que poco me conoces… ¿Sabes lo que es fingir? Siempre ha sido Step. Siempre él. Él es único. No puedes cambiar eso. Puedes prohibir que lo vea, pero algún día tendrás que salir de casa. No me puedes vigilar todo el tiempo. Además, soy mayor de edad. La ley dice que soy consciente y asumo mis decisiones.
Raffaela alza la mano para volver atacar. Step sale del escondite.
-¿Qué haces? -pregunta a la madre.
Consigue llamar su atención. Raffaela baja el brazo.
-¿Y este qué hace aquí? No lo he visto entrar.
Babi concentra sus pupilas en Step. También ella está confusa. Step hace un gesto con las manos para pedir calma. Después lanza las palabras más hirientes que se le ocurren mientras se acerca a madre e hija.
-Haber si lo entendido bien… Babi no puede estar con un tío que le pega a otros en defensa propia, pero sí puede estar con el cabrón que le pega a Daniela -Raffaela lanza una mirada a Babi. No entiende las palabras de Stefano. ¿Alfredo pegó a su hija?- ¿No lo sabías? -Step ha entendido a la perfección la mirada de Raffaela-. La otra noche estabas muy elegante. Los colores los combinas muy bien, pero como madre la nota es más bien baja -termina de acercarse a ellas. Les sonríe-. No hagas más el tonto Raffaela. Si tu hija no me busca, la voy a buscar yo. Y te juro que conmigo no puede nadie. Ni si quiera tú.
Raffaela mira a Babi e ignora la presencia de Step.
-Te he advertido. Ya hablaremos tú y yo -se marcha con paso firme a su dormitorio.
Babi sonríe a Step. Se cuelga de su cuello y lo besa.
-¡Estás loco!
Se meten en la habitación de la chica. Babi se sienta en la cama, Step está de pie frente a ella.
-¿Cómo has entrado?
-Por la ventana. Quería ganar la apuesta y hacer que recordases la frase.
-¿Y por qué no la estoy recordando?
-Porque era una frase muy tonta y ni yo me acuerdo ahora.
-¿No puedes hacer que la recuerde?
-No. Pero se me ocurre otra cosa que puedo hacer.
Babi alza una ceja. Step se lanza delicadamente sobre ella. Quedan ambos tumbados en la cama. Uno sobre el otro. Step empieza a besarle la boca con pasión. Cada beso aumenta la llama. Babi al principio parece decidida, pero después interrumpe uno de los besos posicionando su mano en la barbilla de Step. Éste la mira confuso.
-¿Ves ese tabique? -señala con la mirada-. Pues da a la habitación de mis padres.
-¿Y?
-No seas tonto -pronuncia en tono cariñoso-. Imagínate que entra mi madre o mi padre…
Step se quita de encima de la chica y se deja caer a su lado.
-Solo por esto me tendrás que regalar un billete de avión.
-¿Qué dices? El trato no era así.
-Niña, yo pongo las reglas.
-Pues no tengo dinero…
-¿Quién ha dicho que lo necesites?
Se miran. Babi alza las cejas. Step le guiña.
-Me tengo que ir.
24
Abre de par en par la puerta y entra en el despacho. Paolo retira el periódico y suspira hondo. ¿Qué quiere ahora?
-¡Buenos días!
-Lo dudo -murmura Paolo.
-¿Dices algo?
-No, nada. ¿Qué quieres?
-Necesito que llames a una agencia de viajes.
-¿Qué?
-¿Estás sordo? Me voy a Nueva York -Paolo abre la boca para oponerse, pero Step no le deja-. Tranquilo que esta vez pago yo -saca cuatrocientos euros de su bolsillo y los pone encima del escritorio.
-¿De dónde has sacado esto?
-He ahorrado.
Paolo lo mira sin llegar a creerse sus palabras. ¿Step conoce la palabra ahorrar? ¿Desde cuando?
-En serio.
-Te lo juro. Te pedí doscientos, pero después me enteré de que me hacían falta cuatrocientos.
-¿Y de dónde has sacado el dinero?
-Legalmente. Con la moto.
-Eso no es legal.
-Lo que quiero darte a entender es que no lo he robado.
Paolo observa el dinero. Duda. Pero opta por cogerlo. ¿Qué más da que su hermano no deje de hacer locuras? Le queda una semana para ir a juicio. Lo mejor será dejarlo disfrutar. No se sabe lo que puede pasar…
-Step no tengo ningún problema con conseguirte los billetes, pero a cambio tú podrías hablar con el abogado.
-¿Cómo se llama?
-Lo llaman por su apellido. Rossi. Sandro Rossi.
-Pues dile que yo soy Step. Step Mancini.
-¿Y qué más? Eso ya lo sabe.
-Demasiada información es mala. Las mentes se colapsan pronto -y da un cambio de tema brusco-. Dame los billetes en cuanto los tengas.
-Le diré a mi secretaria que te los consiga. Esta noche, cuando llegue a casa, los dejo encima de la mesa del salón.
Step se dispone a soltar uno de sus chistes sobre la secretaria de Paolo. Empieza con una sonrisa pícara, pero se acaba mordiéndo la lengua y quedándose con las ganas. Después del esfuerzo que está haciendo Paolo para que el juicio vaya bien…
-¿Sabes? A veces pienso que te tengo algo parecido al cariño.
-¿Qué mosca te ha picado?
Step sale del despacho sin contestar. Ni si quiera se despide. Se cruza con la mirada de la secretaria de Paolo. La chica se ruboriza. Parece nerviosa. Nerviosa por miedo a que ese tipo que tiene delante le vuelva a decir algo que la haga sonrojarse.
-Adiós -se despide sonriente.
-Adiós -contesta la secretaria con aire tímido. Después, cuando lo ve salir, suspira aliviada.
Las palabras de la profesora de álgebra no tienen importancia. No es su culpa. Ella intenta concentrarse, pero de repente pasa su imagen, sus palabras, su sonrisa, sus labios, sus ojos, sus guiños, sus gestos…
-Gervasi ¿por qué sonríe?
Despierta de su ilusión. Toda la clase la mira. La profesora espera una respuesta.
-¿Perdone?
-Estaba sonriendo y quiero saber que le hace tanta gracia.
Babi mira a su alrededor. Caras aburridas con algún que otro bostezo se centran en ella. Pallina está a su lado. La observa al igual que todos, pero sin cara de sueño, se está aguantando una carcajada. Parece alegrarse del mal ajeno. Babi echa una rápida ojeada a la página por la que está abierto el libro. ¿De qué estaba hablando la profesora? Un pequeño papel aparece de la nada. Hay algo escrito en mayúscula y entre exclamaciones. <<¡LEEME EN VOZ ALTA!>> Alza de nuevo la mirada. Pallina le asiente. Ha sido ella. Después de todo es buena amiga. Hace caso a las indicaciones de su amiga.
-Sonrío porque lo que usted está explicando es algo que controlo. En El Falconeri eran muy exigentes. Te obligan a tener una buena base de álgebra para poder matricularte -y, aunque hay se acaba la letra de Pallina, Babi improvisa-. Pero, si le parece bien, puedo poner cara de aburrida, bostezar en cuanto se vuelva y no dejar de mirar el reloj mientras espero a que suene en timbre. Después de todo usted es la que manda.
Pallina mata con la mirada a Babi. ¿Por qué ha soltado ese disparate? Se la va a cargar…
Babi observa a la profesora. Los segundos que tarda ésta en reaccionar se hacen eternos. Quizás hubiese sido mejor callarse…
-¿Sabe qué? ¡Puede sonreír! Es más, estáis todos obligados a sonreír. Ya me estoy hartando de alumnos que no atienden y que se aburren. ¡Haced como Gervasi! ¡Sonreír! -parece haberse vuelto loca. Mira a cada alumno mientras no deja de repetir el mismo verbo una y otra vez- ¡Sonreír! ¡Sonreír! ¡Sonreír! -todos dibujan una sonrisa forzada en sus rostros-. ¡Así me gusta! Seguro que a partir de ahora la clase será más llevadera.
La sirena suena. La profesora se larga con una sonrisa que desafía la resistencia de sus mofletes. Pobrecilla. Le tienen que doler… Todos clavan sus ojos en Babi. Buscan una justificación. La justificación de la chica que ha desatado la locura de la profesora.
-¡Hola a todos! -disimula.
Raffela marca el número sin equivocarse. Lo conoce de memoria. Claudio responde al otro lado de la línea.
-¿Qué ocurre?
-Claudio, tenemos que hacer turnos.
-¿Turnos?
-Para vigilar a las niñas. ¡Se nos van de las manos!
-¿Pero de qué hablas? ¡Son unas chicas encantadoras!
-Por tú culpa Babi se ha metido donde se ha metido…
-¿Por mi culpa Babi está con Stefano? ¿Sabes qué? ¡Me alegro! ¡Bien por mí! -le resulta más fácil expresar lo que piensa sin verle la cara.
-¿Qué dices?
-¡Venga ya Raffaela! ¿De verdad te cae mejor Alfredo?
-¿Claudio, has bebido?
-¿Beber? Estoy en la oficina. Trabajando. Lo único que me he bebido ha sido un café y contigo.
-Pues yo no estoy tan segura. ¡Hablaremos cuando no estés borracho!
-No estoy… -Raffaela cuelga sin dejarlo terminar.
Menuda es la vida. Para una vez que le echa valor y deja ver su opinión… Raffaela está tan acostumbrada a que le lleve la razón que si no lo hace piensa que está ebrio. Y lo peor será cuando vuelva a casa y se tenga que enfrentar a su mujer cara a cara. En ese momento sabe que de lo único que será capaz es de contradecirse así mismo y volver a llevarle la razón a Raffela. Seguro que Silvana, la brasileña que conoció la noche del billar, no es así. Seguro que no. A lo mejor no hubiese sido mala idea fugarse con la morena… ¿Qué piensas Claudio? ¡No seas tonto! No hubiese sido justo para Babi y Daniela. No. Ellas no se merecen vivir a solas con Raffaela… Tampoco es que sea una mujer perversa, tan solo le gusta que su familia haga las cosas a su manera, ¡y qué nadie se atreva a rechistar su palabra! Ella es la única que tiene derecho a llevar razón. A veces es tan difícil pensar en el motivo que le hizo dar el “sí quiero”… ¡Ya basta de pensar en los problemas familiares! Trabajo. Tiene que concentrarse en el trabajo.