¡Hola! Escribo aquí para respetar el hecho de que en este blog todas las entradas son capitulos :D Os informo de que tengo nuevo blog, se llama Coleccionista de Deseos. En la primera entrada he explicado casi todas las dudas que os puedan surgir, pero así por encima diré que es en el bog en el que voy a empezar a publicar mi nueva historia.
http://coleccionistadedeseos.blogspot.com/
Saludos.

Capitulos 1, 2 y 3

1

<<A doscientos por hora. A toda ostia. No quiero enterarme de lo que pasa a mí alrededor. Pero, de repente, aparece alguien que te dice que aflojes, y cuando aflojas te das cuenta de las cosas. Te das cuenta de que Pollo está muerto, de que no va al volver. Te das cuenta de que le diste el primer abrazo a tu mejor amigo cuando este ya no vivía. Te das cuenta de que hasta Pallina a rehecho su vida y tú sigues solo. Eres el único que no ha superado el bache. Y, sobre todo, te das cuenta de que Babi es feliz, no te echa de menos. Está con otro… En ese momento te das cuenta de que quizás valga la pena volver ha vivir a doscientos por hora. No enterarte de nada. Pasar de todo>>.

Step se seca las lágrimas y abre su armario. Dentro, entre camisetas tan solo identificadas por el color, se encuentran las chaquetas con las que tantos triunfos consiguió. Las mira indeciso, sin saber cual elegir. Entonces ve la azul oscura, la única de todo el armario que no es suya. Era de Pollo. Hacía tan solo unos meses atrás Pollo se había dejado la chaqueta en casa de Step y María la había puesto en su armario confundiéndola con una de las suyas. Coge la chaqueta de Pollo, pero se viene abajo al tenerla en las manos. No, lo mejor sería no ponérsela. Escoge una de las otras al azar y saca una negra, mete los dos brazos y se sube la cremallera decidido. Sale de su habitación. Su hermano no ha vuelto aún del trabajo, últimamente llega más tarde de lo habitual. Sale de la casa y entra al garaje. Allí hay dos motos, una en perfecto estado, pero llena de polvo. La otra impecable, la lavaba cada día, pero imposible de hacerla funcionar. Agarra un trapo mojado y limpia su moto, la del polvo. Le dedica mucho tiempo, más del necesario. Debe estar perfecta, hoy empezará todo de nuevo.
Empuja la moto hasta dejarla aparcada en la calle mientras él cierra la puerta del garaje. Tras asegurarse de que está bien cerrada, se monta en su Honda azul VF 750 ahora impecable. La enciende y da gas con su mano derecha lentamente. Cincuenta, sesenta, setenta, ochenta… son los números que marca la aguja de la velocidad. Step presta más atención a ellos que a la carretera. Cien, ciento diez, ciento veinte… Empieza a sentir el viento en su cara, pero aún no es suficiente. Ciento treinta, ciento cuarenta, ciento cincuenta. Al llegar a ese número mantiene la velocidad. Hay que dejar lo mejor para las carreras. Pasa adelantando a todo tipo de coches y motos, alguna gente lo insulta al verlo pasar a esa velocidad. Ninguno de los insultos llega a los oídos de Step, ni puede, ni quiere escucharlos. Al tomar una curva adelanta a otro coche, el tipo del coche le llama la atención con el claxon. Step no se da cuenta. Si hubiese prestado más atención, hubiese advertido de que el tipo del coche es Paolo.
Paolo sigue a su hermano con el coche, pero cuando quiere darse cuenta ya lo ha perdido de vista. Ahora que Step empezaba a tener los pies en el suelo… Paolo se maldice, debería haber quemado la dichosa moto. No quería que su hermano acabase como aquel muchacho que le robaba los dulces.
Step coge la última curva y entra en el invernadero. Empieza a disminuir la velocidad hasta llegar a pararse. Se baja de la moto y se acuclilla ante un trozo de mármol lleno de flores. Tallado en el mármol residía el apodo de su amigo “Pollo”. Step sabe que ahí no está su cuerpo, pero, de alguna manera, lo siente presente. Alarga su brazo derecho y acaricia las letras talladas. Aprieta la mandíbula haciendo un esfuerzo por no llorar.

-Va por ti -pronuncia habándole a la fría piedra blanca. Acerca su cara y la besa.

Vuelve a montar en la moto. Ya puede ver a lo lejos a todos aquellos brutos en sus motos, a las chicas presumiendo de su cinturón de camomila ante sus amigas, adolescentes fumando y bebiendo cerveza y algún iluso intentando ser feliz artificialmente o, quizás, intentando perderle miedo a su propia moto. El barullo es terrible. Todos hablan con todos, ríen, pegan voces y los altavoces de un coche desprenden la última música a un volumen con el que hasta Dios podría escucharla. La gente se calla cuando advierte que Step se acerca con su potente moto azul. Algunos despistados siguen hablando, pero el silencio se hace unánime cuando el dueño del coche ve a Step a lo lejos y quita la música. En ese momento todos se dan cuenta. El hombre que llevaba un mes sin asistir a las carreras está allí, acercándose a ellos.
El Siciliano se frota los ojos y mira hacia su izquierda donde está su novia desde hace un par de días, Madda. A veces la vida es curiosa y da esas casualidades. El Siciliano era el único amigo de Step con el que había llegado a los golpes y Madda era la única persona que se había peleado con Babi. Pero todo eso ya da igual. Eran los dos que echaban más de menos a Step.
Step para la moto y en menos de diez segundos se convierte en el centro de un círculo humano. Mira a su alrededor. Casi todas son caras conocidas. Está Hook, Dario, Bunny, Gloria… y algún que otro imbécil con el que se había peleado.
El Siciliano aparta entonces su mirada de Madda y empieza a pasar entre toda la gente para poder meterse en el círculo. A duras penas, soltando algún que otro empujón y recibiendo insultos de mucha gente, consigue abrirse paso entre la gente.

-Aquí no se os ha perdido nada -grita entonces-. Volver a vuestras putas cosas -la gente no le hace caso. Nadie se mueve-. ¡Riki! -grita entonces buscando al poseedor del coche.
-¿Qué quieres? -se puede escuchar a lo lejos.
-Haz que suene esa mierda. -le dice refiriéndose al coche.

Riki arrastra sus pies hacia el coche contra su propia voluntad. Prefiere poner la música a recibir golpes del Siciliano. La música empieza a sonar y en cuestión de poco tiempo la gente se dispersa y vuelve a sus tareas.
El Siciliano mira a Step como el que mira a un tesoro.

-¿Has venido a lo que has venido no? -Step sabe a que se refiere el Siciliano-. No vas a venir hasta aquí para nada…
-¿A qué hora son las carreras?
-Empiezan dentro de diez minutos. A la misma hora de siempre. Primero la de camomilas y después sin chicas a la espalda.
-Toma. Apuesto esto por mí para la segunda carrera -Step le entrega cincuenta euros al Siciliano. Sabe que mucha gente ya habrá apostado por otros corredores y, contri menos gente apostara por él, más se llevaría.
-¿No vas a correr en la de camomilas? -pregunta el Siciliano mientras coge el dinero de su amigo.
-No. -Con esa respuesta tan seca sobran las palabras, el Siciliano se va en busca de Schello para apuntar la apuesta de Step.

Step vuelve a arranca su moto y se va a una esquinita fuera de la vista de los demás. Pero no le funciona la táctica. En un par de minutos está allí Madda.

-Hola -saluda ella sin obtener respuesta-. Parece que has vuelto. Me alegro -sigue sin poder sacarle ninguna respuesta. Step hace como si no le prestara atención, mira el manillar de su moto, pero, en realidad, la escucha-. Te echábamos de menos. Creíamos que no volveríamos a verte por aquí. Llamé a tu casa hace unos días y me respondió la señora de la limpieza, me dijo que estabas durmiendo -Madda calla durante unos segundos, pero sigue sin sacarle ninguna palabra a Step-. Oye no se que te he hecho para que me trates así. Ya te pedí perdón por pelearme con esa novia tuya, si de algo he sido culpable es de quererte y no ser correspondida -A Madda se le escapan las lágrimas.

En ese momento Step aparta la mirada de su moto y mira los ojos llorosos de la chica que le habla.

-No estoy enfadado contigo -pronuncia al fin él-. No tengo ganas de hablar con nadie.
-¡Madda! -alguien la llama. Se gira buscando a la persona que reclamaba su presencia. Es el Siciliano. Muchas camomilas ya se están preparando. La carrera va a comenzar pronto.
-Nos vemos luego.
-Suerte -le desea Step.

Todos los participantes de la carrera ya están preparados. Algunos hacen rugir su moto, otros se miran como lanzándose desafíos. Step mira a lo lejos. Sigue sentado en su honda. Los demás se agolpan para ver de cerca la carrera.

-¿Estáis listos? -grita Schello por un megáfono-. Si no lo estáis da lo mismo -se ríe de su propio chiste-. La carrera comienza en tres, dos, uno, ¡ya!

Todas las motos salen veloces y por el momento no parece haber un claro ganador. Step reconoce la moto del Siciliano, mínimamente adelantada, le sigue Darío con Gloria a su espalda.

-Parece que tenemos una disputa entre el Siciliano y Darío, después de esto no serán tan buenos amigos -comenta Schello por el megáfono.

Queda poco para que finalice la carrera y Darío y el Siciliano parecen llevar una buena ventaja frente al resto. A pocos metros de la meta la moto de Darío se viene abajo y el Siciliano alza el brazo izquierdo celebrándolo. Ha ganado.

-¡Guau! -grita el que lleva comentando la carrera todo el tiempo-. Al final no hemos tenido sorpresa y gana el de siempre, imbatido desde hace un mes. ¡El Siciliano! Te estas forrando colega. Que se vayan colocando los participantes de la próxima carrera empezamos en cuanto esto se despeje un poco.

Step enciende su moto y se dirige sin prisa a la línea donde ya había algunos participantes. Reconoce a Hook y a Bunny, quienes le saludan con la mano. Step no responde a ninguno de los dos. El Siciliano da una colleja a Step y le sonríe.

-Felicidades -dice por cumplir más que por otra cosa.
-Gracias. Espero que tengas suerte.
-¿No corres?
-Ya es suficiente por hoy -miente. En realidad desearía correr, pero lleva un mes imbatido y competir con Step sería perder el liderato y la fama que está ganando-. Te estaré observando. Nos vemos después de la carrera.

Step ignora sus palabras y mira al frente. No le apetece ir de fiesta. En cuanto acabe la carrera volverá a casa.

-Señoras y señores parece que vuelve un clásico, el hasta ahora desaparecido… ¡Step! Cuanto tiempo ¿será por esto que el Siciliano se ha rajado? -Todos se ríen del comentario de Schello excepto el Siciliano que parece quererlo matar con la mirada-. No, seguro que no es por eso. Hay que reconocer que el Siciliano ha estado muy bien, se merece un descanso -dice intentándolo arreglar-. ¿Están listos los corredores? La carrera comienza en tres, dos, uno, ¡ya!

Step da gas a la moto con su mano derecha. Llega rápidamente a los ciento cincuenta kilómetros por hora, tan solo tiene delante a un par de corredores. Llega el tramo del caballito casi todos disminuyes la velocidad bruscamente excepto Step. Nunca le ha temido a la muerte y desde hace un mes todavía menos. Ciento sesenta, ciento sesenta y cinco… Mira por el espejo retrovisor lleva demasiada ventaja frente al resto. Decide no seguir acelerando y mantener la velocidad. Llega a la meta con más de medio minuto de ventaja sobre el segundo.

-Y como no podría ser menos gana Step -la gente grita eufórica-. Ven aquí y recoge tu premio rey de los perdidos.

Step no se para a celebrar el triunfo con los demás. Intenta llegar lo más rápido posible frente a Schello.

-¿Cuánto me llevo?
-Cien euritos.
-¿Solo?
-En cuanto la gente te vio aparecer empezó a apostar por ti. Quizás deberías dejarte perder un par de veces, caerte de la moto… no se.

Al escuchar esas palabras Step piensa en Pollo. Su amigo le daba los mismos consejos y él tan solo se limitaba a bromear sobre ellos <<Si me dejas que me caiga con tu moto>> recuerda que le contestó una vez que Pollo le propuso fingir una caída.
Step coge el dinero y sale corriendo de allí. Madda y el Siciliano lo buscan por todas partes durante un rato, pero ninguno da con él.

2

Es sábado y llega a casa un poco tarde. El culpable, su novio. Aquel rubio que la tiene tan enamorada. La ha llevado a comer a un restaurante fino y le ha pagado la cena.
En el dormitorio principal hay variedad de opiniones sobre Babi y su nueva vida. Pero, la opinión que se impone es la de la madre de la chica, Claudio siempre a sido más partidario de no dar a conocer lo que piensa si se arriesga a una disputa con su mujer. Raffaela está encantada y, aunque es conciente de los horarios de su hija, no le importa hacer como que no se entera. Su hija es feliz y esta vez su novio está a la altura. Claudio no piensa igual, no tiene nada en contra del chico, pero Stefano le caía tan bien… ¿Qué estaría haciendo ahora? Quizás se encuentre jugando al billar y dándole una buena paliza a los listillos que intenten ganarle. Claudio sonríe al recordar una de las noches más felices de su vida. La noche en la que conoció a Stefano por si mismo y no por habladurías. Recuerda que, el que por aquel entonces era el novio de su hija, lo invitó a alguna copa que otra y le devolvió la alegría de saber que se siente al hacer una buena jugada en el billar. Y, por supuesto, aquella noche la conoció a ella. Esa brasileña que le hizo soñar con que una vida lejos de Rafaela era posible, que todavía no era viejo, no al menos de corazón. Aquella noche el pobre Claudio dejó de soñar cuando volvió a casa. Raffaela le recriminó no haber amenazado a Stefano Mancini y lo culpó diciéndole que todo lo malo que le pasase a Babi sería culpa suya.
Daniela también escucha llegar a Babi. Si su hermana llegase de estar con Step hubiese saltado de la cama para interrogarla, pero como no era así prefiere seguir en la cama, intentando soñar con Andrea Palombi, el chico que la trae loca.
La recién llegada intenta no hacer ruido, cosa que da igual ya que, aunque ella no lo sepa, toda su familia está desvelada. Se desnuda y se da un baño de agua caliente. Tras ponerse el pijama, vuelve a su habitación y se acuesta en la cama. Ya no prepara el uniforme. En la universidad no tiene que llevarlo. Además el día siguiente no es laboral. Empieza a pensar en su chico, Alfredo, el rubio que la había acompañado a casa. A lo mejor él también estaba pensando en ella. A lo mejor le estaba contando a alguien lo mucho que la quiere. Una cosa es segura, y aunque Babi no piensa en ello, es más que evidente que su novio no está pensando en hacer un graffiti para demostrarle su amor. Babi empieza a pensar en que invertirá el domingo. No tiene deberes y tampoco ningún examen cerca. Puede hacer lo que le plazca. Mientras piensa en diferentes alternativas se duerme abrazada a la almohada.



Son las nueve de la mañana. Es domingo. La gente normal ocupa el tiempo en seguir durmiendo. Cosa que no pasa en casa de Raffaela. No quiere que sus hijas se acostumbren a levantarse tarde.

-¡Vamos Babi! -son las palabras que utiliza Raffaela para despertar a la mayor de sus dos hijas.

Babi abre los ojos. Lo primero que ve es a su madre zarandeándola del brazo para despertarla.

-Vamos no hay tiempo que perder -dice Raffaela mientras sale de la habitación.

Medio dormida aún, abre el armario y coge el primer pantalón vaquero oscuro que ve. Luego busca detenidamente el jersey blanco. Juraría que estaba limpio. Tras abrir y rebuscar por cada cajón de su habitación decide dejar la búsqueda y conformarse con otra prenda que, aunque no le queda tan bien como el jersey blanco, no está tan mal. Entra, aún casi entre sueños, al cuarto de baño. Allí se encuentra Daniela. Quien la saluda insegura. Babi no le da importancia. Justo cuando Daniela se dispone a salir del baño, Babi se lava la cara. Entonces lo entiende todo. Su hermana lleva el jersey blanco que ella había buscado como una loca.

-¡Serás!
-Creí que no lo necesitabas.
-Sabes que es mi favorito.
-Lo siento, ya no hay marcha atrás -Daniela sonríe picarescamente a su hermana y le guiña un ojo-. ¡Venga que te espero para desayunar! -grita mientras sale corriendo.

Babi se seca la cara y se peina.
Abajo la espera su hermana con el desayuno puesto. Está viendo la tele y todavía no se ha dado cuenta de que Babi está allí.

-No vuelvas a cogerme nada sin preguntarme -pronuncia Babi algo mosqueada.
-Vale -contesta Daniela inconscientemente.

Daniela observa a su hermana sin saber que hacer. Está indecisa. Había hablado con Andrea Palombi el día anterior. Palombi se ha hecho amigo de unos chicos que frecuentaban el invernadero y hoy el propio Andrea los iba a acompañar. Palombi le había preguntado a Daniela que si quería ir con él y la chica, para no desaprovechar ninguna oportunidad, no tuvo nada mejor que contestarle: << ¿Qué si quiero ir? Tú no me conoces bien. No solo iré, haré de Camomila y ganaré la carrera>>. No podía defraudar a Palombi pero su hermana la mataría si se enterase aunque, por otra parte, si Babi no se enteraba, no había ninguna persona que justificase a Daniela ante sus padres. Tras un buen rato comiéndose la cabeza y pensando varias formas de decírselo, se decide por romper el hielo.

-Parece que hace buen día.
-¿Qué dices? Está nublado y hace mucho frío.
-Quiero decir que parece que va a salir el sol de un momento a otro.
-El hombre del tiempo alertó de lluvias para esta noche por toda esta zona.
-Ya, pero quizás se equivoca. A veces ocurre.
-Sí, puede ocurrir. Pero es una remota posibilidad.
-Si ocurriese esa remota posibilidad, ¿saldrías?
-No sé. Creo que llamaré a Pallina para hablar un rato y esas cosas -Babi mira a su hermana. Observa sus labios titubeantes. Indecisos-. ¿Hay algo que quieras decirme?
-A ti no te puedo engañar -dice Daniela tras soltar un largo suspiro. Consigue despertar la curiosidad de Babi, quien atiende a su hermana con los cinco sentidos-. Andrea Palombi me ha invitado a salir.
-¡Eso es genial! ¡Felicidades! Es un gran paso. ¿Y dónde vais a ir?

Las dos hermanas se miran. La mirada de Daniela es la de alguien que se encuentra entre la espada y la pared. La de Babi, en cambio, es una mirada brillante y llena de felicidad. Mientras Babi la mira de esa forma. Daniela especula varias respuestas posibles. Ninguna le convence.

-¿Al cine? ¿A un concierto? ¿A un restaurante? ¿A la playa? -Babi piensa en voz alta mientras espera a que su hermana le conteste.
-Al cine -miente Daniela. Babi  le sonríe. Parece conforme con la respuesta. Daniela alimenta la mentira para no dejar suelto ningún cabo-. No sabemos a que hora empieza la película que queremos ver, por eso saldremos sobre las ocho. Si acabamos pronto quizás después vayamos a cenar -Daniela parece creerse su propia mentira-. A los dos nos encanta la pasta y Palombi me dijo un día que le encantaría llevarme a un restaurante especializado. No se a la hora que voy a llegar… Ya sabes a que me refiero.
-Papá y mamá ¿no? -las dos saben que el problema es tan solo Raffaela, pero meten a Claudio también en el paquete. Daniela asiente-. No te preocupes. Lo más seguro es que yo no salga y creo que ellos tienen una cena. Tan solo tienes que venir antes que ellos.

Daniela sonríe para sus adentros. Ha salido todo bien. Es más, ha salido todo perfecto. Se excusa ante su hermana lo más rápido posible y corre hacia el teléfono para llamar a Palombi.

-¿Daniela? -se oye al otro lado de la línea.
-Sí, soy yo. Solo quería asegurarme de que el plan sigue en pie.
-¡Claro! Estoy deseando ver como te rajas en el último momento ante la idea de hacer de camomila.
-Ya verás como no. ¡Te vas a enterar!
-¡Está bien! Recuerda que paso a recogerte a eso de las ocho. Espero que estés lista. No podemos retrasarnos.
-Que sí tonto -pronuncia dulcemente. Con la voz de una enamorada de casi dieciséis.

Justo después de hablar con Andrea va a la habitación de sus padres y abre el armario de Raffaela. Casi abandonado en una esquina está el ya pasado de moda cinturón de camomila. Lo coge y lo esconde en su cuarto. Su madre jamás se dará cuenta. El cinturón pasa siempre desapercibido para la madre.

3

Está despierto, pero no tiene nada que lo haga salir de la cama. Allí metido, entre mantas, se encuentra bien. Al menos por fuera. Lleva un mes sin ganas de vivir. Es cierto, la noche anterior salió, corrió y ganó cien euros, pero no experimentó las mismas sensaciones que experimentaba antes. No disfrutó, no presumió de su cómoda ventaja ante los demás, no insultó al Siciliano cuando este le comento que no participaría en la segunda carrera. No fue feliz. Piensa durante un momento en que invertir el tiempo del presente domingo. Una cara conocida pasa por su cabeza. Poppy. Él fue la última persona con la que se peleó antes de que Babi lo dejara. Quizás Babi lo dejó por eso, se habría enterado de alguna forma. En realidad se engaña y en el fondo lo sabe, pero a veces es más fácil culpar a otros cuando los únicos culpables somos nosotros mismos. De todas formas, parece que ya tiene algo que hacer. Romperle la cara a uno de los que tiene culpa de que no siga con Babi. Decide levantarse, pero antes de iniciar la acción, sin venir a cuento, la puerta de su habitación es aporreada.

-¿Quién es? -pregunta Step desde la cama.
-Un chico pregunta por usted -responde María. Step le ha dicho muchas veces que le tratase de tú, pero ella no le hace caso-. Dice que es urgente. Está esperándole en el salón.
-Dile que ahora salgo -responde Step a regañadientes.

Se viste rápidamente con una camiseta negra de manga corta, un pantalón vaquero y las adidas negras.
Cuando entra al salón ve al Siciliano con una sonrisa de oreja a oreja.

-Ya te vale, son las una ¿hasta que hora duermes?
-¿A que coño has venido? -pregunta Step ignorando su pregunta.
-Me preguntaba si… ¿Hoy vas a correr o no?
-No lo se.
-Venga tienes que decírmelo.

Step supone el porqué de la pregunta, pero no le dice nada al respecto. No quiere pelearse con él. El Siciliano insiste.

-Venga, si corre el rumor de que participas vendrá más gente -le pelotea el Siciliano-. Ayer corriste. Eso significó una vuelta a las carreras ¿no?

Piensa diversas posibilidades mientras su amigo lo mira impaciente. Quiere una respuesta. Podría ir, ganar un pellizquito y volver a casa. Es lo que decidiría el Step de hace un mes. Pero ahora no es el mismo. El Step antiguo era definido como un joven pasota al que no le importaba nada. Incorrecto. Tenía interés en las carreras, las motos, la velocidad, el gimnasio… Vivía cada día como si fuese el último, hacia lo que le apetecía cuando le apetecía. Pero, entonces llegó. ¡Ay amor! ¡Dulce locura adolescente! Step nunca había creído en él hasta entonces. En ese ámbito todo había sido muy sencillo desde que escogió el camino de la velocidad. Babi no era una más. Lo supo desde el principio. No le dio miedo hacer cualquier locura por ella. Se sentía seguro. Despegó sus alas y subió desafiando a cualquier ave más experimentada. Y, justo cuando más la necesitaba, le cortó las alas. A más altura, peor es el golpe. Desde entonces Step sí podía ser definido como un adolescente pasota. Pasaba los días encerrado en su habitación. Tan solo hablaba lo justo con Paolo y María. No, él no era así. Tenía que volver a vivir. Lo había decidido la noche anterior. Haría el esfuerzo.

-En la segunda -termina contestando Step-. ¿Y tú?
-En la primera junto a Madda.
-¿Por qué no en la segunda?

Ambos saben la respuesta. Al Siciliano le encantaba competir con Step. Eran los máximos rivales. Pero, desde que Step no corría, él ganaba todas las carreras y no quería perder la racha.

-Le he prometido a Madda que hoy solo correría en la de camomilas -miente y sonríe a su amigo-. ¿Vienes a tomar algo? -pregunta para zanjar el tema de las carreras.
-Tengo cosas que hacer.
-¿El qué? ¿Dormir? Venga no me seas… Solo una cerveza. Hace mucho que no salimos juntos-. Mientras Step baraja la posibilidad el Siciliano sigue insistiendo-. No me seas gallina, ¿ahora te asusta una cervecita? ¡No vaya el niño a emborracharse y que su novia se enfade! -el Siciliano suelta una carcajada mientras Step le mira serio-. ¿Qué pasa? Era una broma.
-Ya no estoy con Babi.
-Entiendo… -de haber sido otra persona el Siciliano se hubiese reído de él, pero no quiere problemas con Step-. No me lo tengas en cuenta. ¿Vamos a tomar algo o no?
-No -esta vez el Siciliano deja de insistir. No quiere volver a meter la pata.
-Pues nos vemos esta noche.

El Siciliano se va.
Step vuelve a su dormitorio y tras ponerse una de sus chaquetas negras se despide de María con un descortés <<Adiós>>. Entra al garaje. Quita la patilla de la su honda y tras, al igual que la noche anterior, empujarla hasta la calle y cerrar el portón del garaje, se sube en ella. Hace frío. En poco tiempo se arrepiente de haber escogido una camiseta de manga corta. Mientras busca a Poppy adelanta a todo vehículo que se le interpone en el camino y levanta la envidia de algún que otro amante de las motos.
Al cabo de un rato lo encuentra. Está con sus amigos y con un litro de cerveza en la mano. Parece divertirse mientras cuenta una anécdota que sus amigos escuchan sin interrumpirle lo más mínimo.

-…Entonces le pegué un empujón y se cayó al agua -suelta una carcajada-. Al ver que el chaval no sabía nadar me tiré a la piscina y…
-No sabía que los gilipollas sabían nadar -todos giran su cuello. Descubren al recién llegado.
-¿No tuviste suficiente? -dice Poppy.
-Uno contra cuatro o cinco. Felicidades. Conseguisteis hacerme cosquillas -Step le dedica una media sonrisa.

Poppy corre hacia Step y éste lo espera sin moverse del sitio. Justo cuando Poppy lanza el primer puñetazo, Step lo bloquea con el brazo izquierdo y con el derecho le golpea con todas sus fuerzas en la ceja. Poppy cae al suelo y Step se le tira encima.

-¡Hijo de puta! -le grita mientras sigue insistiendo en la misma ceja. Poppy intenta llevarse inútilmente los brazos a la cara.

Mientras le golpea no puede evitar acordarse de Babi. De sus últimos momentos junto a ella. Ahora golpea más fuerte. Se aguanta las lágrimas.

-¡Tú tienes la culpa! -nadie entiende a que se refiere.

Los amigos de Poppy observan a éste tirado en el suelo y a aquel chico encima rompiéndole la cara. Ninguno de los cuatro quiere interponerse en el camino de los puños de ese bruto. Hacen memoria. Sí. Lo recuerdan. Es aquel tipo al que rajaron una ceja hace poco más de un mes. Se miran unos a otros. Ninguno reacciona. Su furia es impresionante y las palabras que dice no tienen sentido, ¿de qué tiene la culpa Poppy?
Step sigue lazando golpes. Poppy está cerca de perder el conocimiento. Ya casi no puede sentir dolor alguno. Ya ni tan siquiera intenta cubrirse. Step deja de pegarle por un corto periodo de tiempo. Lo agarra del cuello de la camiseta y lo zarandea.

-¿Por qué coño no me pegas ahora? -le grita. Mira a los otros cuatro chicos-. ¿Por qué no venís a por mí? ¡Dais asco! -Step vuelve a centrar su sentido de la vista y del tacto en Poppy. Vuelve a pegarle con fuerza.
-Déjalo ya -dice casi susurrando uno de los amigos de Poppy. No sabe si Step lo está ignorando o no le ha escuchado. Saca su móvil y marca un número. Le da a una mujer el nombre de la calle-. Acabo de avisar a la policía. Escapa ahora que puedes -dice ahora a más volumen.

Step se levanta y planta cara al chico que le habla.

-¿A la policía? ¿Avisé yo a alguien cuando me reventasteis la puta ceja? ¡Sólo dais pena! 
-Vete ahora que puedes -repite el chico. Step le escupe en plena cara y le mira. El chico aguanta su mirada. Step no parpadea y tiene la respiración muy acelerada.

Se vuelve y le lanza una última patada al ya inconsciente Poppy antes de subir de nuevo a la moto. Escapa a gran velocidad.
Cuando llega la policía Step ya hace un rato que se ha ido. Los policías llaman a una ambulancia y preguntan a los chicos quien le ha dado la paliza a su amigo. Nadie da ninguna pista. Ninguno de los cuatro se atreve a delatarlo.

-¿Pero no sabéis si llevaba el pelo corto o largo? ¿Rubio o moreno? -uno de los policías lo sigue intentando.
-Ha pasado todo muy rápido.
-Intentad hacer memoria -todos seguen sin aportar nada-. Está bien. Veremos lo que podemos hacer, son tan pocos datos… Esperemos que vuestro amigo recuerde lo sucedido.